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Cocinitas de madera: el juguete más popular

Las cocinitas de madera son un juguete que nunca pasa de moda y que todos los niños, independientemente de su sexo, desean para llevar a cabo un juego simbólico imprescindible: sentir que hacen lo mismo […]

Las cocinitas de madera son un juguete que nunca pasa de moda y que todos los niños, independientemente de su sexo, desean para llevar a cabo un juego simbólico imprescindible: sentir que hacen lo mismo que su papá o mamá. Aquí os indicamos porque tienen que ser de madera y no de plástico.

Las cocinitas de madera son uno de los juguetes más populares y el hecho de que hoy en día se hagan extensibles tanto a niñas como a niños, todavía las ponen más de moda.

Nada les gusta tanto a los pequeños que llevar a cabo el juego simbólico y según Isabel Fernández del Castillo, autora de libros que entroncan con la popular pedagogía Waldorf, las cocinas de madera deben de estar en la cocina de los mayores para que estos sientan que el juego se imbrica con la realidad.

La autora afirma que estas cocinas deben de mantenerse ordenadas, siempre contando con la intervención del niño y hoy en día el mercado ofrece muchas posibilidades, pero antes de comprar una debemos de tener en cuenta la edad del niño y por supuesto, el espacio que se tiene en casa para colocarla.

Existen algunas cocinitas de madera que son una réplica exacta de las de los papás, con frigorífico cuya luz se enciende cuando se abre, lavadora que también se pone en marcha y microondas también iluminado, además de utensilios en el estante idénticos a los que tienen los mayores como cafeteras monodosis, etcétera.

Estas cocinas están indicadas para niños de 4 años en adelante, capaces de jugar con ellas sin estropearlas, ya que los más pequeños se pueden sentir más interesados por cómo sacar la bombilla de la nevera que por guardar en ella símiles de alimentos.

Porque una cocina de juguete ha de ser de madera

Una cocina básica con un par de fogones puede ayudar a saciar la curiosidad y el juego de los más pequeños y en cuanto a los utensilios, se pueden comprar junto a la cocina o por separado. En algunos casos vale la pena comprarlo todo de golpe, porque a la larga puede costar más, sobretodo si además de los cacharros se compran alimentos, copias fidedignas de los carros de supermercados repletos.

Que una cocina de juguete ha de ser de madera y no de plástico es algo que parece obvio para algunos y sin embargo no debe dejar de contarse. No es lo mismo levantar una cocina de madera que una cocina de plástico, pues una de plástico se levanta más fácilmente y siguiendo los consejos de los pedagogos Waldorf, de este modo se pasa al niño una experiencia falseada de la realidad, por no hablar de la calidez y la textura de la madera frente al frío plástico que en el caso de las cocinas llevan tantos elementos dibujados que pueden acabar por bloquear la imaginación del pequeño.

Lo mismo ocurre con los set de cacharros y alimentos, los de madera siempre serán mejores, esto sí, son mucho más caros.

Más calidad y menor cantidad, también para los juguetes

Gilbert Childs, un doctor en pedagogía que creó escuela afirmaba que los niños aprenden mucho a través de las manos y repetir juegos como hacer comida les refuerza la voluntad y hasta la generosidad. El mismo doctor advertía de lo nocivo de contar con una sobreestimulación de juguetes en casa y de la importancia de que los que tengan sean de calidad y en la medida de lo posible siempre de madera.

Las cocinas de madera hechas con palés pueden ser ideales para los pequeños, que participarán activamente en su construcción y las sentirán un poco más suyas. En estos casos vale la pena comprar una cocinita básica de madera e ir construyendo la que ha de ser la segunda de su vida, porque una cocina de madera bonita y robusta puede pasar de generación en generación y hasta convertirse en un elemento decorativo entrañable y muy original.

Hay que tener en cuenta que estas cocinas de juguete ya se usaban en las civilizaciones antiguas, eso sí, solo para niñas privilegiadas, porque entonces no dejaban que los varones pudieran aprender a cocinar y ni tan solo simularlo.

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