Los olvidos momentáneos, las dificultades de expresión para dar con la palabra deseada durante una conversación y los despistes de memoria son motivos frecuentes en las consultas de Neurología, dada la inquietud y la preocupación que un posible deterioro cognitivo genera en las personas. Estas vivencias son quejas subjetivas de pérdida de memoria, pero no siempre son señales de alerta de un déficit cognitivo grave.
La revista de alto impacto Alzheimer’s & Dementia ha publicado un estudio realizado por un equipo liderado por el Dr. Adolfo Jiménez, especialista del Departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra, que concluye que los pacientes con esos síntomas autopercibidos podrían tener solo un mínimo aumento del riesgo de deterioro cognitivo en comparación con la población general. El principal determinante clínico para evaluar el alcance real de estas quejas es el análisis de la función cognitiva objetiva, que se realiza a través de pruebas neuropsicológicas como entrevistas, cuestionarios y test de coeficiente intelectual.
La investigación destaca que muchos pacientes con quejas de pérdida de memoria subjetivas describen fallos en la capacidad mental para registrar, conservar y evocar las experiencias durante sus actividades diarias, pero las pruebas neuropsicológicas no muestran esos déficits. En línea con estudios científicos previos, los investigadores consideran que estas quejas son una posible entidad intermedia entre las personas sanas y los pacientes con deterioro cognitivo leve. "El riesgo de déficit cognitivo no tiene tanto que ver con la queja, que a veces se asocia más al estado de ánimo relacionado a una preocupación, sino con los resultados de las pruebas cognitivas que realizan los especialistas”, ha indicado el Dr. Jiménez.
El neurólogo ha destacado que las conclusiones de esta investigación ayudan a mejorar el conocimiento del Alzheimer y sus implicaciones en la población porque “nos están indicando que hay personas con bajo rendimiento en la prueba que, aunque no noten el deterioro cognitivo en su vida ordinaria, acaban teniendo una evolución más desfavorable”, y eso justificaría un seguimiento médico más estricto.
Actualmente, el uso masivo de las pruebas neuropsicológicas en la población general no está justificado, pero esta situación podría cambiar “cuando dispongamos de métodos de diagnóstico precisos y accesibles, así como de tratamientos capaces de modificar la evolución de las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer”, según ha explicado el especialista.
Este estudio se ha realizado entre personas de más de 50 años con función cognitiva normal al inicio de la investigación, y en base a dos conjuntos de datos: uno, procedente de la Clínica Universidad de Navarra (630) y otro, de la Iniciativa de Neuroimagen de la Enfermedad de Alzheimer (734). Durante el proceso, todos los participantes fueron evaluados por neurólogos especializados en trastornos cognitivos, incluyendo una revisión médica y de la historia clínica, una entrevista con un familiar o amigo, y un examen general y neurológico. A su vez, a todos los participantes se les realizaron pruebas de laboratorio, resonancia magnética cerebral y evaluación neuropsicológica que incluyó, entre otras, pruebas de salud mental, memoria, y fluidez categórica y fonológica.
Además del Dr. Adolfo Jiménez, en esta investigación han participado otros especialistas de la Clínica Universidad de Navarra: los doctores María Cruz Rodríguez, Rafael Villino, Mario Riverol y Mirla Ríos, además de las neuropsicólogas Teresa Rognoni, Genoveva Montoya-Murillo y Carlota Arrondo, y la residente Carolina Zapata, que formó parte del equipo durante el curso 2023-2024.
Los investigadores recuerdan que para la prevención o ralentización del progreso de esta enfermedad se recomienda hacer ejercicio, llevar una dieta mediterránea, permanecer mentalmente activos, controlar de forma estricta los factores de riesgo vascular y evitar el consumo de tabaco u otras sustancias tóxicas.